– ¿Te imaginas lo que significa pasar un día completamente solo, sin un objetivo, y que parezca más largo que el anterior? ¿No saber hacia dónde vas, ni por qué? ¿Cuándo el dolor y la desesperación son tus eternos compañeros? Oh, no sé por qué te pregunto eso. No te lo puedes imaginar. ¿Sabes lo que nos unió? Nada. Solo que nuestros caminos se cruzaron. Ambos salimos de nuestros respectivos países de origen, pero por muy distintas razones. Mientras tú querías descubrir cosas, yo sólo pensaba en lo que había dejado atrás. No te puedes imaginar lo que significa sentirse vacío y querer llenar ese vacío con algo intangible. Eso duele mucho. La soledad que sentí al atravesar a caballo extensiones de tierra desconocidas, no era comparable con la soledad intencionada en mi árbol. Sola, insegura, confundida, no tienes idea de lo que eso significa. Me movía sin voluntad, como un trozo de madera en las olas de mi isla. Ni siquiera intentaba pensar, porque incluso los pensamientos más simples me dolían. Tampoco podía disfrutar de los días cálidos sin viento. El canto de los pájaros, el murmullo de las aguas al fluir, la suave luz del bosque, nada de eso tenía significado para mí. Y cuando me di cuenta, ni siquiera me importó. ¡La desesperanza, la futilidad de la vida desde mi exilio, se convirtió en parte de mí! Y casualmente nos encontramos. Dhima apretó los labios inseguro. – Dhima, la diferencia está en que tu querías ampliar tus horizontes y el ancho mundo se abría ante ti. Yo en cambio me marché porque para mí se había cerrado. Cuando tenía suficiente comida, comía por comer, pero no apreciaba el sabor. Pasé días sentada recogiendo briznas de hierba y lanzando piedras. Tras nuestra separación, quería olvidarte, pero no lo logré. Mis sentimientos hacia ti hubieran debido pasar a ser recuerdos insignificantes, sólo que eso no sucedió. ¿Tengo que salvar el mundo? Ni siquiera sé lo que es. En Ðeijả murieron personas que nos recibieron con los brazos abiertos. Y tú hablas del tiempo. ¡Déjame en paz!