Abrazadas
“En las bahías que emiten reflejos verdes y azules, como el brillo de tus ojos, pescamos nuestro alimento. Cuando el sol despliega a primera hora de la mañana sus rayos a través de las aguas poco profundas, puedes ver un mundo que florece henchido de colores, como los almendros de tu tierra. Y cuando no hay viento, puedes ver las nubes dibujadas en el agua. En las lagunas protegidas por los arrecifes de coral hay enormes bancos de peces. Resulta imposible contarlos. Es un jardín submarino, en el que se divierten las especies más diversas. Entre las rocas agrestes que sobresalen del mar, puedes observar a los delfines dando saltos. A veces las ballenas pasan por nuestras islas, animales majestuosos más largos que el árbol más alto. Cuando respiran, una fuente gigante sale disparada. Crees que el mar está rugiendo. En invierno rige una espesa niebla y llueve mucho. Entonces el agua baja corriendo por las laderas para precipitarse hacia las profundidades. Caen cascadas al mar por todas partes.
Tengo un lugar especial, mi querida Naia, un viejo árbol. En los días sin viento, cuando las olas no golpean la orilla, las hojas no susurran, cuando no hay ni reclamos de aves marinas, me subo a mi árbol. A solas conmigo misma, pierdo la sensación del espacio y del tiempo. Escuchar el silencio nunca me decepciona. Cuando me siento en lo alto de las ramas, no percibo ninguna diferencia entre el cielo y el agua, se funden entre ellos. La luz misma está viva. Todos somos uno. No existen sueños prohibidos y,  si los hubiera, se bañarían alegremente en el mar.”
“¿Cuando me enseñas a nadar?”
“Pronto lo haré. El mar será tu segundo hogar, él te cuidará y tú lo protegerás.”    
Dirk Morenweiser